Dio una vuelta más en la cama... ya casi no le
quedaba nada en lo que pensar y seguía sudando el calor seco que le amortajaba.
No le quedaba ya nada en lo que pensar, aunque, como siempre, empezaría a
repetir los temas que le atormentaban. La oscuridad encubría su desasosiego y
le ayudaba a crecer. Empujó las sábanas hacia abajo con los pies, y tuvo,
finalmente que incorporarse para echarlo todo al suelo intentando vencer el calor de tanta tela. Se volvió a recostar, pero tuvo que acomodar la
almohada, colocarle bien la funda y probar por tres veces uno y otro lado
intentando saber cual de ellos era el más fresco de los dos. Se decidió por uno
y se colocó abierto de piernas y brazos mirando al techo con los ojos bien
abiertos, con las pupilas bien despiertas como para ver bien la oscuridad
reflejada en el cielo de su noche y sus paredes y con ese dolor en la cuenca de
los ojos de quien no consigue ni dormir ni descansar y ve temblar sus párpados
vencidos por el cansancio y el sueño que no le dejan
dormir.
(Hace tiempo que no publicaba ninguno de mis pinitos poéticos, ya sabéis que me cuesta... pero vuelvo a proponer ofreceros algo cada cierto tiempo de mis tontos escritos.)
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