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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Un consiglio

Tra vent'anni non sarete delusi delle cose che avete fatto ma da quelle che non avete fatto. Allora levate l'ancora, abbandonate i porti sicuri, catturate il vento nelle vostre vele. Esplorate. Sognate. Scoprite. (Mark Twain)


Dentro de veinte años, no estaréis desilusionados por lo que habéis hecho, sino por lo que no habéis hecho. Así que levad el ancla, abandonad los puertos seguros, capturad el viento en vuestras velas... Explorad. Soñad. Descubrid. (Mark Twain)

domingo, 16 de septiembre de 2012

Una curiosidad (o una criudoiasod)


SGEUN UN ETSDUIO DE UNA UIVENRSDIAD IGNLSEA, NO IPMOTRA EL ODREN EN EL QUE LAS LTEARS ETSAN ERSCIATS, LA UICNA CSOA IPORMTNATE ES QUE LA PMRIREA Y LA UTLIMA LTERA ESETN ECSRITAS EN LA PSIOCION COCRRTEA.
EL RSTEO PEUDEN ETSAR TTAOLMNTEE MAL Y AUN A SI PORDAS LERELO SIN POBRLEAMS. ETSO ES PQUORE NO LEMEOS CADA LTERA POR SI MSIMA, SNIO LA PAALBRA EN UN TDOO. PRESNOAMELNTE; ME PREACE ICRNEILBE QUE TNATOS AOÑS DE COLGEIO SE VYAAN A LA MRIEDA DE UN PMLUZAO!

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Cicatrices


Cuentan que un día caluroso de verano en el sur de la Florida un niño decidió ir a nadar al río que pasaba justo detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró en el agua y nadaba feliz. No se daba cuenta de que un cocodrilo se le acercaba.
Su madre desde la casa miraba por la ventana, y vio con horror lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndole, el niño se alarmó y miró hacia su madre, pero se quedó bloqueado sin darse cuenta de lo que ocurría hasta que fue demasiado tarde.

Su madre llegó hasta él y agarró al niño por sus brazos justo cuando el cocodrilo le agarraba las piernas.
La mujer resistía determinada, con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la madre era mucho más apasionada y sabía que no podía dejar a su hijo. 
Un hombre escuchó los gritos desesperados de madre e hijo y corrió a su encuentro, mató al cocodrilo y los liberó.
El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, pudo incluso volver a caminar.
Un tiempo después, aún convaleciente, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus piernas. El niño levantó la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se remangó también las mangas y señalando otras cicatrices en sus brazos le dijo: 
-"Pero las que usted debe ver son éstas"
Eran las marcas de las uñas de su madre que habían agarrado sus brazos con tanta fuerza.
-"Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida."

¡Cuántas cicatrices tenemos cada uno de un pasado doloroso! Algunas son causadas por nuestros pecados, pero otras son la huella de Dios que nos ha agarrado demasiado fuerte, nos ha sostenido con fuerza y aún clavándonos las uñas, nos ha salvado.
Y al fin y al cabo... si en algún momento nos rebelamos, y no terminamos de aceptar nuestras propias heridas, siempre tendremos que recordar, que también Él tiene sus cicatrices...

lunes, 3 de septiembre de 2012

El ritual de los Cherokee


El otro día me contaron una preciosa historia sobre el rito en el paso de la infancia a la juventud de los indios Cherokee.
Dicen que cuando el niño empieza su adolescencia, su padre lo lleva al bosque, le venda los ojos y se va, dejándolo solo.
Él tiene la obligación de sentarse en un tronco toda la noche y no puede quitarse la venda hasta que los rayos del sol brillan de nuevo en la mañana.
Él no puede pedir auxilio a nadie. Una vez que sobrevive esa noche, ya es un hombre y se le debe considerar así.
Él no puede hablar con los demás acerca de esta experiencia que se considera secreta y privada, individual para cada uno, porque además, cada chico debe entrar en la madurez por sí mismo.

¿Qué ocurre durante esa noche? El niño está naturalmente aterrorizado. Escucha el viento soplar y la hierba crujir, sentado estoicamente en el tronco, sin quitarse la venda. Ya que es la única manera en que puede llegar a ser un hombre. Oye toda clase de ruidos... bestias salvajes que rondan a su alrededor, lobos que aúllan, quizás algún humano que puede hacerle daño.
Por último, después de esa horrible noche, aparece el sol y el niño se quita la venda... es entonces cuando descubre a su padre sentado junto a él.
Su padre no se ha ido, ha velado toda la noche en silencio, sentado en un tronco para proteger a su hijo del peligro sin que él se de cuenta.

De la misma forma, nosotros nunca estamos solos. Aun cuando no podamos verlo, en medio de las oscuridades de la vida, Dios está a nuestro lado, velando por nosotros, sentado en un tronco. Ojalá aprendamos también nosotros a confiar y ser valientes...